En su obra Mi lucha (Mein Kampf), Hitler había escrito: «Los alemanes tienen el derecho moral de adquirir territorios ajenos gracias a los cuales se espera atender al crecimiento de la población». Hitler establecía la necesidad de acabar con la desproporción entre la población alemana y la superficie territorial que ocupaba.
La idea no se limitaba a restaurar las fronteras anteriores al estallido de la Primera Guerra Mundial (1914), sino que además se pretendía conquistar nuevas tierras al Este. No sólo para asegurar el sustento a la población, sino, y sobre todo, para garantizar su supervivencia, a expensas de las «razas inferiores», en este caso la
raza eslava. De esta manera, la biología se convertía en determinante de los valores fundamentales de la comunidad nacional.
Hitler incrementó el Lebensraum (espacio vital) a través del Anschluss (anexión) con Austria y la ocupación de los Sudetes (Checoslovaquia) en 1938, y luego por medio de la invasión de Polonia en 1939, que motivó el estallido de la
Segunda Guerra Mundial.
El expansionismo nazi alemán alcanzó su punto culminante cuando Alemania invadió a la Unión Soviética en 1941, ocupando Ucrania, Bielorrusia, Letonia, Lituania, Estonia y la mitad occidental de la Rusia europea.
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